• Por Antonio Méndez

blur-ballad-darren-critica-reviewCrítica

Los Blur se acordaron de su antiguo guardaespaldas, Darren “Smoggy” Evans, para titular este disco producido por James Ford, un técnico que este año ya colaboró con Depeche Mode en su “Memento Mori” y que es conocido por sus asociaciones con los Arctic Monkeys.

Este álbum, aparecido el mismo año en el que Damon Albarn grabó un buen disco con Gorillaz, está en su mayoría compuesto por tempos lentos, con reflexiones melancólicas y cierto poso de desencanto.

La apertura es “The Ballad”, corte romántico desarrollado como pop sofisticado con piano, arreglos de cuerda de Mike Smith, coros en el estribillo e interpretación vocal de crooner agridulce.
Un elegante lounge.




blur-ballad-darren-critica-disco-album-review“St. Charles Square” eleva el ritmo dentro de pautas moderadas. Albarn en recuerdos de los inicios de la banda con un medio tiempo de ritmo sostenido que tanto les lleva a su britpop de “Modern Life Is Rubbish” o “Parklife” como a una de sus principales influencias glam: David Bowie, sin olvidar al Lou Reed de la Velvet Underground o a T. Rex.
El texto es curioso, además de la fugacidad de fenómeno fan… cada generación tiene sus ídolos de postureo… dotando de vida a un espacio interior siniestro… me agarró por el cuello con sus largas garras… fantasmas, vivencias de sótano, urbanidad agobiante… Más tarde disfrutarían del lujo.

Una de las mejores canciones de este disco de Blur es “Barbaric”, rítmica amalgama de beat 60s, jangle pop y power pop 70s, sin mayores pretensiones que sonar directos, melódicos.
Pegadizo estribillo en plan himno, ágil ritmo en un tema de fluido bajo y efectivos punteados de guitarra.
El corte parece tratar una ruptura con un tono luminoso… he perdido el sentimiento que pensé que jamás perdería. Ahora… ¿hacia dónde vamos?



“Russian Strings” es una balada orquestal que podrían componer en los años 30 los hermanos George e Ira Gershwing.
Desolación con ausencia en un pop sofisticado, base del álbum.

Más tempos lento con la indiferente “The Everglades (For Leonard)”, texto con desilusión vital, incluso desamparo, con arreglos de cuerda y arpegios folk.
Ni frío ni calor.

Uno de los singles de este disco es “The Narcissist”, tema sobre superación de dependencias, de adicciones… prestaré atención a las señales… sobre egoísmo.
No está mal, con guitarras post-punk, un buen progreso melódico con crescendo y un tempo marcado por una percusión tribal-krautrock.

“Goodbye Albert” es más crooner con influencia Bowie aunque con arreglos que aportan distinción a una pieza con ecos de la época new wave 80s, con distorsión vocal, teclados, falsete guitarra zumbante y voz doblada.
Tan lánguida como elegante.




Nostalgia por una isla lejana en “Far Away Island”, con centro en un hombre que estaba perdido y se ha encontrado. Quizá en la isla de marras.
Piano eléctrico y laxitud melancólica en un vals pop con texturas de psicodelia y juegos vocales.

Con “Avalon” siguen entre islas pero ahora recurriendo al mito artúrico.
La composición sigue pautas baladeras en modo pop elegante, como otros momentos del LP, pero con aporte de arreglos de viento al estilo smooth soul de Al Green o Curtis Mayfield.

Termina “The Ballad Of Darren”, un álbum que “vale, bien, pero bueno”, con otra canción lenta, “The Heights”, con posible metáfora sobre la muerte y la fugacidad de la vida… se nos está acabando el tiempo.
Intro con suciedad acústica folk y arreglos orquestales con corte abrupto final con destacados arreglos vocales y una estructura que logra crear singularidad en su atmósfera, sobresaliendo la percusión de Dave Rowntree.

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