Dirección: Wesley Ruggles.
Intérpretes: Jean Arthur, Melvyn Douglas, Fred MacMurray, Harry Davenport.
Con guión de Claude Bynion (Quince Días De Placer”).
Sinopsis
Nueva York.
Vicky (Jean Arthur), tras quedar viuda de Bill Cardew (Fred MacMurray), víctima de un ahogamiento en alta mar, se casó con el socio de la editorial (y mejor amigo de Bill), Henry Lowndes (Melvyn Douglas).
Todo va bien hasta que la casa de los Lowndes recibe una llamada inesperada: es Bill, está vivo y, desconocedor del matrimonio de Vicky con Henry, vuelve feliz a su hogar.
Crítica
El mismo año, 1940, en el que Cary Grant, casado con Gail Patrick en “Mi Mujer Favorita”, descubría que su mujer presuntamente fallecida, Irene Dunne, no estaba muerta, a Jean Arthur en “Demasiados Maridos” le pasaba algo similar.
Se casó viuda con Melvyn Douglas y, sin contar nadie con él, apareció su marido “muerto”, Fred MacMurray… y se montó el lío.
Ambas películas se inspiran en un poema de Lord Tennyson.
La segunda basándose en una obra teatral de W. Somerset Maugham titulada “Belleza y Hogar”.
El film es una comedia con un simpático triángulo amoroso, casi menage a trois, en el que Douglas y MacMurray compiten por los favores de una Jean Arthur encantada de que se peleen por su amor.
Antes, en sus respectivos matrimonios, no le hacían demasiado caso.
Quien está hecho un basilisco es Harry Davenport como secundario padre de Arthur… ¡Decídete ya!
No es desternillante, pero resulta una agradable screwball de raíz teatral que transcurre casi en su totalidad en los interiores de la casa familiar (puntualmente en la editorial, en un animado baile…).
Tiene ritmo ligero, algunos diálogos con chispa, y situaciones tensas y simpáticas con un magnífico trío protagonista.
“Demasiados Maridos” conoció un remake en el año 1955 con el protagonismo de Betty Grable, Jack Lemmon y Gower Champion.
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