• Por Antonio Méndez

solo-se-vive-una-vezDirección: Fritz Lang
Intérpretes: Henry Fonda, Sylvia Sidney, Barton MacLane, Jean Dixon.

Con guión de Graham Baker (“La Mujer De Fuego”, “Cuatro Caras Del Oeste”) y Gene Towne (“A Las Ocho En Punto”, “Tomás Brown”).

Sinopsis

Eddie Taylor (Henry Fonda) sale de la cárcel después de cumplir su tercera detención. Una cuarta le supondrá la condena a pena de muerte. Fuera de presidio le está esperando su novia Joan Graham (Sylvia Sidney), con quien intentará comenzar una nueva vida como camionero. Tras ser despedido de su trabajo, Taylor será acusado injustamente de robo y asesinato y condenado a la silla eléctrica.

Crítica

Magnífico título del maestro Fritz Lang, de arrebatador lirismo y gran intensidad, remarcada por sus trazos expresionistas.

fonda-sydney-solo-vive-criticaCrea una historia de perdedores vitales, redención imposible y amor incondicional de consecuencias trágicas, desarrollada con una narración tensa y enérgica, rica en detalles y desenvuelta en una atmósfera pesimista, repleta de nocturnidad, sombras y humo.

El enervado sentido romántico de este melodrama criminal y los obstáculos para la reiserción del expresidiario a causa de los prejuicios e insensibilidad de la sociedad culminan en un último acto de menor interés que sus fascinantes tramos previos, vinculando el relato con las peripecias de Bonnie y Clyde en unos personajes estupendamente interpretados por la pareja Henry Fonda y Sylvia Sidney, ambos de infausto destino.

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Henry Fonda


Atención: Contiene Spoiler

Cuando Eddie (Henry Fonda) sale de la cárcel sabe que la próxima vez que regrese será para no volver a ser libre jamás. Intenta rehacer su vida y formalizar su relación con su novia Joan (Sylvia Sidney) casándose con ella. Pero la reinserción en la sociedad es difícil; sobre todo cuando a Eddie le acusan de un robo con homicidio que él no ha cometido. Asustado ante la posibilidad de regresar a prisión, comienza una huida de consecuencias irreversibles.

La segunda película norteamericana de Fritz Lang después de la opresiva Furia (Fury, 1936) en la que Spencer Tracy -como el personaje de Fonda- sufre la incomprensión social derivada de una justicia vengativa, rencorosa e intervenida.

La sombra del expresionismo alemán se sigue notando en este film, muy germánico, en el que el triunfo del amor es lo que prima por encima de todo en la trama.

Contiene secuencias sencillamente memorables y de fuerte carga poética: en la primera noche de la luna de miel Eddie le cuenta a Joan, en el estanque, como las ranas mueren después de hacerlo su pareja; seguidamente vemos como el salto de uno de los batracios difumina el reflejo de los amantes en el agua; auténtica premonición del trágico final que ambos van a vivir.

Memorables son también las secuencias de la confrontación de Eddie con el padre Dolan en la puerta de la prisión, así como la frase que Eddie repite: they made me a murder/ellos me convirtieron en un asesino.

Además, un impresionante final fatalista que culmina con la muerte de los amantes entrelazados mientras escuchamos la voz del padre Dolan prometiéndoles un futuro lleno de amor y prosperidad. Así culmina, no sólo una de las mejores películas de la fructífera carrera de Fritz Lang, sino uno de los mejores títulos de la historia del cine.

Eduardo Villanueva

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