• Por Antonio Méndez

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El cuarto trabajo en estudio de Arcade Fire fue este doble álbum ambicioso, diverso, que retiene sus conceptos art rock previos, su enfoque épico, melodramático, con influencias fundamentales de sonidos de los 70 y 80, sea el glam rock o la música disco-funk.

Producido por James Murphy (LCD Soundsystem), se abre con la que canción que le da título, “Reflektor”, bailable corte de más de siete minutos con algún texto en francés y que nos remite tanto al lucrativo contexto funk contemporáneo (con mirada en los 70) de Daft Punk como al David Bowie (colaborador vocal sin acreditar en esta canción) en su etapa “Plastic Soul” o a la new wave con pretensiones artísticas de Talk Talk. No les sale mal la mezcla.

“We Exist”, nadería lírica con cripticismo generacional, tiene un ritmo similar al riff del “Black Is Black” de los Bravos con ecos también del pop glam-sofisticado de Roxy Music o ABC, sin olvidar el dance pop 80’s tipo Madonna o Michael Jackson.

Aunque las fotografías le roben el alma, los Arcade Fire no tienen nada que esconder… Así de despojados se muestran en “Flashbulb Eyes”, pieza experimental con sonidos eco-espaciales y chuscos toques reggae. Como un híbrido monótono entre Talking Heads, The Clash y el “Rat In My Kitchen” de los UB40.

Se ponen festivos en el ambiente caribeño y/o carnavalero de “Here Comes The Night Time”, un corte bastante inaguantable. Arcade Fire en plan reggaetón con trazos tecno pop 80’s. Prff…

“Normal Person” es un apreciable tema sobre confusión en el concepto de “raro o normal”. Duda “hamletiana”… Dilemas existenciales muy sesudos… Voz ansiosa y en falsete para una canción con influencias básicas del glam rock de T. Rex y Bowie que podría incluirse en un disco blues rock garajero de Jon Spencer Blues Explosion o en uno stoner rock de los Queens Of The Stone Age. Plausible.

El Bowie de “Let’s Dance” parece inspirar “You Already Know”, rítmica pieza que remite también al rock de los 50, a la Motown o al pop de los 80 de los Smiths y los Housemartins. Sin personalidad pero soportable.

Al igual que hicieron en su día los OMD, Arcade Fire también se acuerdan de Juana de Arco en “Joan Of Arc”, fin del primer disco de este trabajo con una interesante mezcla punk-pop-noise-glam-new wave (Pixies, T. Rex, The Cars…).

Comienza el segundo disco con “Here Comes The Night Time II”, serena balada de atmósfera oscura con la fragilidad de un Neil Young en la expresión lastimera de Win Butler, sugestiva combinación vocal y arreglos de cuerdas a lo Roy Wood. No está nada mal esta pieza.

El mito griego de Orfeo y Eurídice les sirve a la banda canadiense para crear dos largas piezas “hermanas”, “Awful Sound (Oh Eurydice)” y “It’s Never Over (Hey Orpheus), pretenciosas pero apreciables canciones que condensan con enfoque algunas de sus influencias en este trabajo: disco-funk, post-punk, new wave, dance pop, psicodelia dream pop, art rock, incluso toques de gospel y ritmos tribales…

Parecen 10 C. C. en el inicio de la balada “Porno”, una canción sobre ruptura de pareja con un desarrollo cercano a los años gótico-tecno pop de Depeche Mode.

La movida “Afterlife” está arreglada vocal e instrumentalmente en plan dance pop/disco con ecos de la new wave. Es como si David Bowie en su faceta crooner fuese el cantante de New Order en la parte final de los años 80. El vídeo de esta canción muestra imágenes de la película “Orfeo Negro” de Marcel Camus.

“Reflektor” termina con “Supersymmetry”, más de once minutos en tempo lento en un muestrario art electro-pop que progresa de la atracción a la autocomplacencia.

Disco desigual pero de interés. No se acomodan a un estilo. No les falta ni imaginación ni intensidad.

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