COTTON CLUB (1984)
Director: Francis Ford Coppola.
Intérpretes: Richard Gere, Diane Lane, Gregory Hines, Bob Hoskins.
Nueva York, finales de los años 20. Owney Madden (Bob Hoskins) regenta el Cotton Club,
donde se dan cita los personajes más selectos de la ciudad. Allí recalarán:
Dixie Dwyer (Richard Gere), un trompetista en busca del éxito cuya suerte cambia de
forma espectacular cuando salva la vida del gángster, Dutch Schulz (James Remar);
Sandman Williams (Gregory Hines), un bailarín que sueña con convertirse en estrella y Vera
Cicero (Diane Lane), la novia de Dutch Schulz, a cuya ambición, y a cuya vida puede
poner fin la pasión prohibida que siente por Dixie.
La época de la “ley seca” ha sido reiteradamente reflejada en el celuloide
con distintos resultados, pero siempre con esa espectacularidad propia del
tiempo de Capone: de “Scarface, el terror del hampa” de Howard Hawks,
pasando por “Al rojo vivo” de Raoul Walsh y llegando a “Los intocables de
Elliot Ness” de Brian de Palma, muchas han sido las aportaciones
cinematográficas dedicadas a esa “árida” etapa del siglo veinte. En este
sentido, Coppola también se ha querido sumar a dar su visión personal de
esos “turbulentos años veinte”, con esta producción que destaca por su
cuidada puesta en escena.
La película, en su mayor parte, está impregnada en todo momento de un
ritmo muy vivo, consecuencia, por un lado, de la continua utilización de la
steadicam en muchas de sus secuencias, especialmente las rodadas
dentro del propio “club del algodón”, en donde Coppola se dedica a seguir
a los distintos personajes en su deambular por el local. Y por otro lado, a
la espectacular coreografía (donde destacan los números de claqué de los
hermanos Hines) y que se acompaña de una excelente banda sonora,
firmada por el siempre prolífico John Barry, en la que se combina swing,
dixie, ragtime e incluso blues.
Dentro del apartado de interpretación, cabe mencionar la presencia de dos
jóvenes actores que triunfarán con el paso del tiempo: Richard Gere y
Nicolas Cage. Gere que da sus primeros y breves pasos como bailarín (que
le servirán posteriormente como carta de presentación para conseguir
papeles en “Chicago”, o la reciente, “Dance with me”) y que, con un guiño
cinéfilo, nos recuerda su papel protagonista en “American Gigoló” de Paul
Schrader, cuando le confiesa a uno de los personajes femeninos, que en el
pasado ha trabajado como “hombre de compañía”. Y Cage, que aprovecha
inteligentemente la oportunidad que le brinda su tío, para mostrar sus dotes
interpretativas en su personaje de hermano de Gere.
En la parte final del filme, Coppola se permite realizar, una vez más, su
ejercicio narrativo predilecto, y que no es otro que la utilización del
montaje en paralelo. Es decir, alterna indistintamente secuencias musicales
con otras de violencia, un procedimiento que ya utilizó en “El Padrino” con
unos resultados muy efectistas.
Aunque la película pasó sin pena ni gloria en el momento de su estreno y
su rodaje estuvo plagado de problemas (Coppola y Robert Evans se
llegaron a enzarzar en los tribunales por causa de la producción), es muy
recomendable para los amantes del cine de gángsters y de la buena
música.
Alberto Alcázar
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