• Por AlohaCriticón

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EL EXPRESO DE MEDIANOCHE (1978)

Dirección: Alan Parker.

Intérpretes: Brad Davis, Irene Miracle, Bo Hopkins, Paolo Bonacelli.

Estambul, Turquía, 1970. William Hayes (Brad Davis) es un ciudadano estadounidense

declarado culpable por tráfico y posesión de hachís, y sentenciado a una

corroída prisión en la que sus problemas aumentaran desmesuradamente,

llevándolo a sufrir enormes trastornos físicos y psíquicos de los que no

podrá escapar, a menos que aborde el expreso de medianoche.

Amargo drama penitenciario narrado con gran maestría por el Británico Alan

Parker, con un muy logrado guión por el que Oliver Stone recibió el Oscar,

basado en las experiencias del verdadero Billy Hayes, un antiguo recluso

norteamericano que paso varios años en una infernal prisión turca.

Desde el primer cuadro, la cinta despliega de manera verídica la sensación

de crudeza, derrota y desasosiego que cualquier ser humano en su sano juicio

experimentaría al encontrarse en semejante embrollo, gracias también a la

excelente, valiente y desgarradora actuación de Brad Davis, el film adquiere

el poderío suficiente para funcionar como documento de denuncia de

situaciones similares, es mas, fue tanto su impacto que luego de su estreno

serviría para ablandarle el corazón al gobierno turco y lograr así el inicio

de un acuerdo formal con los Estados Unidos con el fin de llegar a un

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El film destila una atmósfera apesadumbrada y desagradable que se equipara a

sus memorables personajes, entre ellos están el drogadicto encarnado con la

habitual clase y naturalidad histriónica de John Hurt; o el obeso y odioso

director de la penitenciaria, un más que correcto Paul Smith.

A las geniales interpretaciones de todo el reparto (Davis, Hurt, Bonacelli,

Smith, Randy Quaid, Irene Miracle, entre otros) y al monumental trabajo

narrativo de Alan Parker y Oliver Stone, se le suma la gran partitura del

disco-king Giorgio Moroder, en una perfecta sincronía con cada fotograma,

triste y devastadora, en especial en la escena final de la cinta, en la que

logra alcanzar un nuevo significado de la palabra euforia.Pierluigi Puccini