Dirección: Danny Philippou y Michael Philippou.
Intérpretes: Sophie Wilde, Joe Bird, Alexandra Jensen, Miranda Otto.
Con guión de Danny Philippou y Bill Hinzman.
Sinopsis
Mia (Sophie Wilde), una joven traumatizada por la muerte de su madre (Alexandra Steffenson) y distanciada con su padre (Marcus Johnson), acude a una fiesta con su amiga Jade (Alexandra Jensen) y el hermano pequeño de esta última, Riley (Joe Bird), en donde se organiza un acto de posesión espectral con el uso de una misteriosa mano embalsamada y una vela encendida. El acto se inicia con la frase “háblame”… si en 90 segundos no se interrumpe la conexión, el espíritu se unirá a la persona.
Crítica
Cinta australiana de terror con protagonismo adolescente que logró repercusión crítica a pesar de su falta de originalidad y de mérito en trama y personajes.
El film, debut en largometraje de los hermanos Danny y Michael Philippou, se inicia con un prólogo en plano secuencia. Una fiesta la mar de animada que termina en desastre.
Más tarde, la película presenta al personaje central, Mia, interpretada por Sophie Wilde, cuyas penurias de familia se convierten en motivo principal de la historia vinculado a claves de “experimento con objeto extraño que sale mal” o “mejor no juegues con fantasmas”, generando sentimientos de culpa, de angustia, y efectos de horror corporal con aspectos alucinatorios y psicológicos.
Hay huellas de “La Mano” de Oliver Stone y, para el que lo conozca, del cuento “La Mano Disecada” de Guy de Maupassant, generando situaciones a lo “Hereditary” con eco de otras cintas de invocación/posesión estilo ouija.
La película contiene momentos de impacto aunque miedo no da; hay huecos de guión (las “experiencias” se quedan en reducto adolescente en una normalización sobrenatural inverosímil); la interpretación de Sophie Wilde no está mal aunque los personajes resultan indiferentes; y el final liga bien su conjunto con maneras de secuela.
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