• Por AlohaCriticón

LA FLAUTA MÁGICA (2006)

Dirección: Kenneth Branagh.

Intérpretes: Joseph Kaiser, Amy Carson, René Pape, Lyubov Petrova.

Durante la primera contienda bélica de ámbito mundial, el capitán Tamino

(Joseph Kaiser) cae gravemente herido, pero su destino no acabará siendo

fatal en esta ocasión, ya que será sanado e informado de que una joven,

Pamina (Amy Carson), está secuestrada por Sarastro (Rene Pape), siendo el

oficial quien deba rescatarla y devolverla a su madre, la Reina de la Noche

(Lyubov Petrova).

Partiendo de un espectacular, largo y precioso plano secuencia en un

colorido campo de batalla, coincidente con la obertura de la última ópera

ideada por Wolfgang Amadeus Mozart, Kenneth Branagh, uno de los directores

más interesantes que ha parido el cine británico, nos prologa una nueva

adaptación al celuloide de la joya audiovisual pergeñada en el privilegiado

cerebro del excelso compositor austriaco, ayudado, eso sí, por el

libretista, actor y violinista, Emanuel Schikaneder.

Desde la mencionada introducción hasta el lanzamiento del famoso instrumento

de viento a los cielos por parte de Tamino, se asiste prácticamente sin

parpadear y arrullados por la sin par melodía de Mozart, a los distintos

episodios que componen la incomparable creación operística, barnizados

algunos de ellos de una fina capa del “british sense of humour”.

Además de la soberbia pieza del genial músico salzburgués, de las tablas del

realizador anglosajón y del mecenazgo de Sir Peter Moores, habría que

resaltar el formidable y nada fácil trabajo efectuado por el no menos

interesante y polifacético Stephen Fry, trasladando el libreto germano de

Schikaneder, al idioma de quien siempre ha sido fuente de inspiración para

Branagh: William Shakespeare.

El desconocimiento para el público cinematográfico de los rostros que

pululan por la pantalla, no es óbice (es más, ayuda; como así se ha

demostrado muchas veces) para que el resultado cuaje en su conjunto de una

manera rotunda, sin que suponga desdeñar, en ningún caso, el ilustre

precedente bergmaniano.

Quizá el respetable muy purista, defensor de que la obra se ejecute en su

correspondiente medio de expresión, critique la adaptación que aquí se

comenta; sin embargo, antecedentes hay en el séptimo arte que enriquecen

puestas en escena de textos dramáticos, como sucediera con la chejoviana y

sublime “Vania en la calle 42” (1994) de Louis Malle.

Alberto Alcázar

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Kenneth Branagh

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