LA FUERZA DEL DESTINO (1948)
Dirección: Abraham Polonsky.
Intérpretes: John Garfield, Thomas Gomez, Marie Windsor, Howland Chamberlain.
Dentro de la firma de abogados “Wheelock and Morse”, es Joe Morse (John
Garfield) el encargado de llevarle los asuntos a Ben Tucker (Roy Roberts),
responsable de una extensa red de bancos ilegales de apuestas.
A menor escala, Leo Morse (Thomas Gomez), hermano de Joe, también
hace sus trapicheos, y éste se verá en la obligación de preservarle de un
futuro conflicto en el turbulento mundo del juego clandestino.
Lamentablemente, el aciago período vivido en los Estados Unidos durante la
caza de brujas, malograría la interesantísima carrera de dos
personalidades del celuloide que se dan cita en esta película: Abraham
Polonsky y John Garfield.
Para Polonsky, “La fuerza del destino” supuso su ópera prima, la
oportunidad para demostrar su talento no sólo como guionista, sino también
como director.
Por otro lado, Garfield se encontraba en la cresta de la ola, ya que venía
de protagonizar dos magníficos trabajos, “El cartero siempre llama dos
veces” (1946) y “Cuerpo y alma” (1947), éste con guión del propio
Polonsky.
Pues bien, Polonsky tardaría veintidós años en volver a ponerse detrás de
una cámara, y Garfield, quién sabe si como consecuencia de la presión
anticomunista, fallecía de manera prematura cuatro años después de
actuar en “La fuerza del destino (Force of evil)”.
De breve duración, pero de una elevada intensidad, la cinta nos adentra en
el oscuro entramado mafioso de las apuestas ilegales, con el trasfondo de
una relación entre hermanos a lo Caín y Abel.
Curiosamente, unos años más tarde, Elia Kazan, en el bando opuesto al de
Polonsky y Garfield, rodaría “La ley del silencio” (1954), con muchas
similitudes a la obra que aquí se comenta.
Recalcar, por último, dos detalles de calidad en el filme: uno de puesta en
escena y el otro de personaje en la sombra, pero con un brillante porvenir
esperándole.
Respecto al primero, señalar una secuencia, prácticamente de cine mudo,
en la que Garfield recorre una fantasmal Wall Street, imágenes siempre
cargadas de contundencia.
Y, en segundo lugar, destacar a quien ejercía de ayudante del director,
Robert Aldrich, curtiéndose y absorbiendo las labores de dirección para
posteriormente desarrollar una estupenda filmografía.
Alberto Alcázar
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