• Por AlohaCriticón

PRIMERA PLANA (1974)

Dirección: Billy Wilder.

Intérpretes: Jack Lemmon, Walter Matthau, Susan Sarandon, Carol Burnett.

Chicago, años 20. Earl Williams (Austin Pendleton) está a punto de ser ejecutado tras asesinar a un policía. El director del periódico “Chicago Examiner”, Walter Burns (Walter Matthau), desea que su periodista estrella, Hildy Johnson (Jack Lemmon), cubra la noticia, pero éste, en vísperas de contraer matrimonio con Peggy Grant (Susan Sarandon), rechaza el trabajo.

En una de sus últimas películas, Billy Wilder aborda una nueva adaptación de la

obra de teatro de gran éxito en Brodway del mismo título, que ya fuera

adaptada al cine en 1940 por Howard Hawks y previamente por Lewis Milestone.

Si Hawks y Wilder respetan fundamentalmente el argumento del

texto original, el cambio en el personaje del periodista obcecado por su

trabajo, de mujer en Hawks, a hombre (Jack Lemmon) en el segundo, le

hace perder una serie de matices en la relación mujer-familia-trabajo,

centrándose Wilder únicamente, en la ética del periodismo y la política.

“Primera plana” habla pues de la industria de la información y de la

industria de la justicia; es decir del dinero y del poder.

Un condenado a muerte se ha fugado y es descubierto por un famoso

periodista, quien está dispuesto a ayudarle, pero a condición de que le

conceda una entrevista en exclusiva. Al margen, se descubre que el

hombre es inocente, pero a pesar de eso, se le va a ejecutar, pues para

los políticos locales es una buena propaganda, de cara a las inminentes

elecciones. La prensa libre, pues, no queda mejor que la justicia

corrupta: una noticia sólo es una mercancía, y la entrevista con el

condenado está ahora a precio de saldo.

Como en la versión de Hawks, el trabajo de Wilder resulta una crítica

descarnada, y a la vez, una buena y divertida comedia. No obstante, en

esta nueva versión, aunque ambientada en los años veinte, deja traslucir

las amargas experiencias de las tres décadas que las separan: un

conflicto mundial, otra enquistada guerra fría, la persecución

ideológica del comunismo, o más directamente el caso Watergate. Temas

que no se abordan directamente pero que marcan claramente todo el clima

de la película.

La atemporalidad de la historia, de vigente actualidad, y sin embargo

situada medio siglo antes, vista a través de la experiencia escéptica de

Billy Wilder, parece anunciarnos que nada va a cambiar.

Angel Lapresta

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