EL GIGANTE DE HIERRO (1999)
Director: Brad Bird.
Intérpretes: Película de animación.
Rockwell, 1957. En plena época de la Guerra Fría se afirma que en el lugar ha caído del cielo un enorme hombre de metal. Se trata de un robot gigante extraterrestre que es descubierto por un imaginativo niño de nueve años llamado Hogarth, quien entabla una amistad con el extraño visitante ante la investigación de un agente gubernamental y el miedo que comienzan a sufrir los habitantes de la localidad a causa de la presencia del gigante de hierro.
Esta modesta contribución por parte de la Warner al incesante estreno de
productos de animación sorprendió a aquellos espectadores necesitados de
alguna sencillez formal entre tanta pretenciosidad reinante. Menos mal que
decidieron olvidar anteriores intentonas (ahí están las desastrosas “En
busca de Camelot” o “El rey y yo”), para volver con todo respeto a los
dictados infalibles de los viejos dibujantes (sobre todo de la U.P.A).
Esta historia concebida por Terry Hughes era buena base para reflexionar
acerca del terror nuclear alimentado por la tristemente recordada “Guerra
Fría”. Aunque se alimente excesivamente del cine de Steven Spielberg (y su
recordada E.T) o Joe Dante (fijémonos en Matinee), no carece de identidad
propia. Las psicologías de sus personajes son extraordinarias, desde el
imaginativo Hogart, pasando por el belicista inspector del F.B.I, y
concluyendo en la pieza maestra de la velada: El robot. Este autómata que
sueña con ser como el indestructible Supermán y que desconoce su origen
(sobretodo su naturaleza violenta) podría representar sin descuido la
amenaza Soviética tan hiperbolizada por los E.E.U.U. (en diferentes momentos
se hace referencia al lanzamiento del Sputnik ruso).
Formalmente es ejemplar: El empleo del Scope y demás técnicas de animación
nos hace pensar que si hubiese sido en imagen real, no tendría nada que
envidiar a cualquier exquisito trabajo de cámara. El toque de humor
destinado a los adultos (como el detalle del inspector analizando la locura
del niño protagonista mientras descubre en sus iniciales H. Hughes) es
único, particularmente en su parodia del cine de serie B de los 50.
Sin lugar a dudas, demostrada la eficaciaz madurez de su director, Brad
Bird, no es de extrañar que años más tarde pasara a formar parte de la
notable factoría Pixar Animation. Con “Los increíbles” se confirmó el
talento de un cineasta con personalidad propia e interés por desarrollar
historias inteligentes destinadas al público familiar. Eso es “El Gigante de
Hierro”, un ejemplo de digna aportación no solo al género de animación, sino
a un género (sobre todo, en Hollywood) tan sobrealimentado de gratuita
vacuidad como el fantástico.
Enrique Zerpa Marrero
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