• Por Antonio Méndez

con-faldas-y-a-lo-loco-cartelDirección: Billy Wilder.
Intérpretes: Jack Lemmon, Tony Curtis, Marylin Monroe, George Raft.

Con guión de I. A. L. Diamond (“El Apartamento”, “Uno, Dos, Tres”) y Billy Wilder (“El Apartamento”, “Uno, Dos, Tres”).

Sinopsis

Años 20. Dos músicos, Joe (Tony Curtis) y Jerry (Jack Lemmon), después de presenciar la matanza del día de San Valentín en la fría y ventosa Chicago, deciden camuflarse como mujeres en una orquesta femenina que viaja con destino a la soleada y cálida Florida…

Crítica




con-faldas-y-a-lo-locoEstupenda farsa, sensacional juego de falsas identidades y equívocos.

Billy Wilder utiliza esas claves humorísticas para parodiar el cine de gángsters y filmar una de las mejores comedias de la historia del cine.

Escribe junto a su habitual colaborador I. A. L. Diamond un guión al que no le sobra ni una frase, todo es un perfecto engranaje para situar las peripecias de la travestida pareja dentro de un sinfín de situaciones desternillantes.

Wilder hilvana con maestría una escena detrás de otra ofreciendo una lección de agilidad narrativa y mostrando una cómica visión de la época de finales de los felices años veinte con diversas referencias, ya sean sociopolíticas como la Ley Seca, ya sean culturales en las citas a los ídolos del cine mudo Rodolfo Valentino y Ramón Novarro o al cantante Rudy Vallee.

También, y a ritmo de jazz, la película destila una maligna visión del hombre desde el punto de vista femenino.



some like it hot marilyn monroe jack lemmon picturesJack Lemmon y Tony Curtis están espléndidos en sus papeles, convirtiéndose el primero en uno de los actores fetiche del director de origen austriaco.

Marilyn Monroe, vestida por Orry-Kelly (quien obtuvo el Premio Oscar al vestuario por esta película), demuestra sus cualidades como actriz de comedia y a cantar con dulzura temas clásicos como “I Wanna Be Loved By You” o “I’m Through With Love”.

George Raft se autoparodia representando el papel de gángster que tantas veces había encarnado en los años 30, entre ellos en “Scarface” de Howard Hawks junto a Paul Muni.

“Nadie Es Perfecto”, la popular frase final dicha por Joe E. Brown, que interpreta a un añoso y simpático millonario que vive una estrambótica relación amorosa con Jack Lemmon (el baile entre ambos de “La Cumparsita” es un sublime momento cómico), pone fin a esta obra maestra de un autor verdaderamente extraordinario.

La película se conoce también como:
“Una Eva y Dos Adanes”

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Billy Wilder
Jack Lemmon
Tony Curtis
Marilyn Monroe


¿Cómo se crea un mito en la pantalla? Es muy simple: consíguete a la rubia más hermosa que hayas visto, vístela con un vestido claro con mucho vuelo y pídele que se pare en el respiradero de un tren subterráneo. Luego ponte a esperar. Con el horario del metro a mano, pon a rodar la cámara unos segundos antes de que la formación pase por debajo de la susodicha rubia. Cuando sus polleras se eleven, habrás culminado tu perfecta creación. ¿Acaso eso te parece insuficiente? Muy bien, entonces toma a la misma niña y fotografíala de espaldas desde la cintura hasta los pies, en glorioso blanco y negro; la blonda enfundada en un vestido que quite el aliento. Pídele a la providencia que el tren que está por partir de la estación suelte una bocanada de vapor; ahora sí, filma la genuina expresión de la sorprendida criatura en toda la alevosía de su extraordinaria belleza y deja que millones de seres humanos se enamoren perdidamente y para siempre. ¿Qué eso no te basta? ¡Como si no te bastase con ser Billy Wilder, por Dios!

Para cuando el gran maestro austriaco realizó “Con faldas y a lo loco” (1959), ya contaba en su haber con varias obras maestras: “Perdición” (1944), “El Crepúsculo de los Dioses” (1950), “El Gran Carnaval” (1951) y “Testigo de Cargo” (1957) por nombrar sólo unas pocas. Pero con este relato acerca de dos amigos músicos que, travestidos, se insertan en una orquesta de señoritas para salvar el pellejo de las garras de la mafia del Chicago de la Ley Seca, escribe una página de oro en la historia de la comedia americana (que no: mundial). Este film de Wilder está considerado en muchos círculos como la mejor comedia de la historia del cine. Equidad, exageraciones y gustos aparte, no puede negarse que la obra cuenta con todos los elementos necesarios como para acercarle justicia a esa sentencia. Veamos.




En primerísimo lugar, el propio Wilder. En su doble rol de director y coguionista, Billy hace un trabajo maravilloso. Nada sobra, nada falta en el relato. La puesta en escena es lo suficientemente transparente como para no distraernos de la fábula. Y las líneas de diálogo son desopilantes. Además, Wilder demuestra su enorme destreza en la dirección de actores. Es sabido que Marylin Monroe tenía buenas dotes de comediante, pero también es cierto que este film la encuentra al comienzo de sus años más oscuros en lo personal. Mil y un problemas se suscitaron en el rodaje. Marylin llegaba tarde, bebía y olvidaba sus líneas de diálogo. Hay varios mitos al respecto, incluyendo el de la necesidad de hacer retomas por 59 veces ante la simple urgencia de que dijera: “¿Dónde está esa botella de bourbon?”. Sobre estos episodios, Wilder diría: “Sobre la impuntualidad de Marilyn debo decir que tengo una vieja tía en Viena que estaría en el plató cada mañana a las seis y sería capaz de recitar los diálogos incluso al revés. Pero, ¿quién querría verla?… Además, mientras con todo el equipo esperamos a Marilyn Monroe, no perdemos totalmente el tiempo… Yo, sin ir más lejos, tuve la oportunidad de leer “La Guerra y la Paz” y “Los Miserables”…”. Genial, obviamente.

Pero la cosa no terminaba allí. Uno de los más molestos con la diva fue Tony Curtis. Harto de repetir la escena del beso, finalmente declaró: “Fue como besar a Hitler”. Seguro, Tony.

Aún con todos los inconvenientes, el resultado es grandioso. Al mismo tiempo, Jack Lemmon está sublime y Curtis aporta su singular y acostumbrada simpatía (hasta imita a Cary Grant en su faz del “millonario” Junior).




Y el guión, perfecto ejercicio de literatura cinematográfica. Los personajes están absolutamente dibujados, redondeados, nada es difuso en sus parlamentos o en sus acciones. Hay sentencias difíciles de olvidar, como la del final de la película, línea que ya se encuentra en la historia grande de este arte. En el título original (“Some Like It Hot”) tenemos una doble significación, puesto que al decir “algunos las prefieren calientes”, no sólo se habla en sentido picaresco de la sensualidad y sexualidad que desborda la pantalla, sino también del tipo de música que ejecuta la orquesta de señoritas, variante del jazz denominada, precisamente, “hot”.

Y además (claro que hay más) tenemos guiños al propio mundo del cine en su pasaje al sonoro; la graciosa situación de la moneda al aire, con un George Raft parodiándose a sí mismo respecto de sus tiempos de “Scarface” (1932, Howard Hawks); a Lemmon/Daphne bailando “La Cumparsita” con un millonario pretendiente e improvisando ese ballet de maracas… Evidentemente, la presente lista de elementos que comprueban la exquisitez de esta comedia es poco exhaustiva, pero, ya se sabe: salvo la cautivante comicidad de Jack Lemmon, la enorme simpatía de Tony Curtis, la inconmensurable belleza de Marylin y Usted, Usted señor Wilder… salvo eso, “nadie es perfecto”.

Raúl Bellomusto




En una de sus más famosas producciones, “Con faldas y a lo loco”, Wilder reúne a tres figuras del cine –Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon–, para configurar una de sus más conseguidas comedias.

En esta ocasión, la comedia, divertida y de un ritmo vertiginoso, se queda prácticamente solo en eso, que no es poco, pero en muchos aspectos, dosificando el sarcasmo y el humor ácido a que nos tiene acostumbrado este director.

La película nos cuenta como dos músicos en paro, se han de travestir para ser aceptados en una orquesta de señoritas. Este rol, para empezar, hará que conozcan el proceder del hombre frente al sexo, desde el lado opuesto, el de la mujer. Así pues, Lemmon será cortejado y propuesto en matrimonio por un viejo millonario, cosa que acabará asumiendo. Mientras Curtis, deberá volver a disfrazarse, esta vez de un rico e impotente magnate del petróleo, para conquistar a la vocalista de la propia orquesta, la mítica, pero aquí humilde e inocente Marilyn.

A pesar de las mentiras y falsedades de ambas relaciones, en un final antológico, cada uno será aceptado tal cual.

Con escenas tan magistrales, como su personal visión de la matanza del día de San Valentín, o la pesadilla que representa para Jack Lemmon ver realizado el sueño de su vida (estar rodeado de chicas semi desnudas en la cama, pero debiendo comportarse como una de ellas). Y, sobre todo, la ya legendaria escena final, con el consabido “nadie es perfecto”, que abre, descaradamente, una puerta a la tolerancia y a la normalidad homosexual, convierten a este film en una de las obras maestras de la comedia.

Quizás sin la sutileza de su maestro Lubitsch, pero también sin la acritud con la que Wilder acostumbra a amargar la risa del espectador.

Ángel Lapresta

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